Friedrich Nietzsche puede considerarse como el mentor intelectual de nuestro poeta. Figura tutelar que no sólo apadrina su poética, basada en la premisa de la justificación estética de la existencia, también le sirve de estímulo y de imagen paterna a la cual se refiere en incontables ocasiones. En el periodo de la Segunda Guerra Mundial, Benn le escribe varios poemas de notable factura, no sólo por lo que representa el filósofo para el poeta, sino por lo que el poeta hace con el legado nietzscheano y su aplicación concreta en su escritura. Sils-María es un poema que retrata, admirablemente, los alcances intelectuales de la poesía absoluta, de esa que varios años más tarde Benn llamará como aquella que está montada para fascinar. Aquí vemos, entonces, su procedimiento lírico del montaje lírico: citas de diversos ámbitos y en varios niveles, no sólo literarios, o vivenciales, sino incluso técnicos, visuales.
Sils Maria es un poblado en las alturas de Engadina, en los Alpes suizos, adonde frecuentemente iba Nietzsche. Se trata de un hermoso poblado que no ha dejado su aparciencia como de aislamiento del tiempo y las deformaciones tecnológicas. Incluso hoy en día en sus calles no hay prácticamente automóviles, los cuales están proscritos de la zona. Como recuerdo de las estancias nietzscheanas, o tal vez porque el filósofo pasaba horas en las riberas del lago, se encuentra allí erigida la llamada Roca de Nietzsche.
Sils-Maria es un poema en dos estancias en las que Benn combina todas sus técnicas líricas de manera admirable. En particular su llamada técnica del montaje halla en este poema una de sus ejemplos más depurados, pues en un mismo poema combina saberes existenciales, literarios, históricos (aunque no haya una fecha precisa) en dos niveles (a manera de admirable contrapunto), e incluso técnico-visuales. En efecto, no sólo vemos la cita culterana latina (vulnerat omnes, ultima necat) ya usada con anterioridad por el propio Benn en Über die Rolle des Schriftstellers in dieser Zeit, de 1929, también vemos cómo reutiliza un viejo poema —de hecho, su primero— acerca del efecto de la nieve en el paisaje, para darle un nuevo tratamiento, que sirve para contraponer el destino individual del pensador con el colectivo de la gente. Pero también vemos su asombrosa capacidad para relacionar objetos totalmente distintos y hallar un punto que los una, en una conjunción que sólo puede darse mediante la palabra, el poder de la palabra. Este último caso lo ejemplifica la palabra Ópalo, un mineral que suele asocialrse a joyas y adornos, pero que la mirada escrutadora del poeta le sirve para describir, en una sola palabra, el aspecto del poblado visto desde los montes que lo circunscriben. Visto desde una perspectiva meramente literaria, parecería una extraña intrusión del mundo técnico, mineral, en un contexto literario. Pero, como lo demuestra la foto que elegí para ilustrar este ejemplo, la similitud del paisaje del poblado suizo con la apariencia del mineral en bruto evidencian la capcidad para percibir similitudes en donde probablemente nadie más lo haría, que tanto caracterizó a Benn.
Sils-Maria
I
In den Abend rannen die Stunden,
er lauschte im Abhangslicht
ihrer Strophe: „alle verbunden,
die letzte bricht...“
Das war zu Ende gelesen.
Doch wer die Stunden denkt:
ihre Welle, ihr Spiel, ihr Wesen,
der hat die Stunden gelenkt —:
Ein Alles-zum-Besten-Nenner
den trifft die Stunde nicht,
ein solcher Schattenkenner
der trinkt das Parzenlicht.
II
Es war kein Schnee, doch Leuchten
das hoch herab geschah,
es war kein Tod, doch deuchten
sich alle todesnah —:
es war so weiβ, kein Bitten
durchdrang mehr das Opal,
ein ungeheures: Gelitten
stand über diesem Tal.
Vista del ópalo en bruto
Esto se leyó hasta el final.
Pero el que piensa las horas
—sus olas, sus juegos, su esencia—
es quien las horas conduce:
a un nominador del optimismo
no lo tocan las horas,
este conocedor de sombras
bebe la luz de las Parcas.
II
No era la nieve, sino luces,
lo que de lo alto descendió;
no era la muerte, pero creían
todos la muerte cercana;
era tan blanco, ningún ruego
penetraba aquel ópalo,
descomunal: sufrimiento
sobre este valle se escribió.
Sils-María
I
En la tarde las horas corrían,
escuchaba en la luz de la colina
sus coplas: “todas hieren,
la última mata…”
I
En la tarde las horas corrían,
escuchaba en la luz de la colina
sus coplas: “todas hieren,
la última mata…”
Esto se leyó hasta el final.
Pero el que piensa las horas
—sus olas, sus juegos, su esencia—
es quien las horas conduce:
a un nominador del optimismo
no lo tocan las horas,
este conocedor de sombras
bebe la luz de las Parcas.
II
No era la nieve, sino luces,
lo que de lo alto descendió;
no era la muerte, pero creían
todos la muerte cercana;
era tan blanco, ningún ruego
penetraba aquel ópalo,
descomunal: sufrimiento
sobre este valle se escribió.
Publicado originalmente en Die Literatur XXXVI, 1, 1933
Statische Gedichte, 1948
Statische Gedichte, 1948
Como se puede observar, en Sils-María Benn pone en juego todo su arsenal lírico para crear un poema en donde no sólo se contrapone su concepción nietzscheana de la justificación estética de la existencia frente al simple destino de los seres mortales cuyas vidas se ven amenazadas por una avalancha de nieve —en palabras de Nietzsche, el destino de un hombre superior supera con mucho el destino de muchos otros hombres inferiores—, sino que, además, es ejemplo vivo de lo que expresa a través de contraposiciones y citas cultas para que la palabra brille solitaria, en alpina soledad. No muy diferente de lo que Benn buscó en muchos de sus poemas de juventud.
1 comentario:
Interesante el artículo, el poema y las fotos.
Gracias.
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